_
Si tan mala amiga y egoísta he sido, ¿qué coño hacéis leyendo esto? Siempre he sido la mala por no mandarlos a la mierda como hizo otra gente, por no ir a mi bola y esperar que me llamen porque estoy muy ocupada con mi novio y sus amigos (y luego ésas son las buenas) e incluso por abrirles las puertas de mi casa en Barcelona como una gilipollas más, teniéndolo todo limpio y aseado, haciendo comidas y perdiendo tiempo de estar con otra gente que me ha demostrado que sí que valen la pena, que se han preocupado por mí durante este verano de mierda.

Me van a poner verde y he llegado a un extremo que sudo de todo. Sola no voy a estar: aunque lejos, tengo más gente de la que se piensan. Amigos no son los que te quieren únicamente para pasar un buen rato, sino los que están contigo en los malos momentos, te escuchan, te animan. No son amigos los que nunca intentan entenderte y te salen siempre con los mismo tópicos. No son amigos aquellos que te quieren de taxista y encima te critican, los que sólo recalcan tus defectos y se pasan por el forro tus pocas virtudes. La amistad no se demuestra con palabras, con decir "si eres una de mis mejores amigas" y mierdas varias. Siempre he pensado que el tema de los "mejores amigos" apesta, y la experiencia siempre me lo acaba demostrando. La amistad únicamente se demuestra con acciones.

Lo primero que hice al llegar fue ir detrás de todo el mundo para vernos. Una y no más, nadie me la devolvió. Allá ellos. Ahora se harán los mártires y dirán lo terrible que soy. Que se diviertan, no me hace ninguna falta gente con esa actitud. Además, qué poca vergüenza pueden llegar a tener: empezar con las indirectas y luego quejarse de cuando soy yo la que se queda bien a gusto. ¿Qué se creen, que tienen más derecho que yo? ¿Que son superiores? Jajajaja, venga, no me hagáis reír.

Y sí, aunque les joda, su amada ciudad es una mierda y ellos precisamente no contribuyen lo más mínimo en hacer que mi percepción cambie. Luego aún tienen el morro de echarme en cara que cada día odie más este pueblucho de mala muerte, jajaja, qué irónico. Como si yo estuviera aquí por gusto. Por algo piré a la primera oportunidad que tuve y fue una de las mejores -si no la mejor- decisiones de mi vida. Y aún se quejarán de que a mi retorno les buscara, já.

Lo dejo aquí y no lo pienso retomar. Si cada uno quiere tomar su camino, que lo haga. Yo lo he intentado y por lo visto no me he arrastrado lo suficiente, pues bien. Llegados a este punto ya no hay nada que perder porque parece ser que todo está perdido. Me da igual.

.
Desde un nuevo punto de vista, menos pesimista. Y llegué a creérmelo, ja. Pero mira que he luchado, he intentado que no me afectara el mal ambiente que aquí me rodea, que sus discusiones fuera algo ajeno a mí, salir y distraerme. Y ni así.

Creía que había llegado a un punto que no podía empeorar nada, pero parece ser que no. ¿Dónde ha quedado la energía y vitalidad que me envolvía los últimos días que me hallaba en Barcelona? Castellón es como mi dementor particular, ¿pero cómo no lo ha de ser si cuando vuelves a "casa" -lugar donde esperas notar una mínima alegría por tu regreso- ves que dicho sentimiento es inexistente y todos te vuelven la espalda, incluso los que no viven aquí?

Sabía que el verano iba a ser duro, pero no tanto. Además hoy está siendo el peor día de lo que llevamos de estación. No tengo apetito y me siento débil porque me estoy pasando segundo tras segundo luchando contra las lágrimas que amenazan con derrumbarse y derrumbarme más aún. No tengo ni siquiera fuerzas para forzar una falsa sonrisa; levantar levemente la comisura de mi labio se ha convertido en un deporte imposible para mis tristes músculos.

En cierto modo ya había podido acostumbrarme a la tensión del hogar, podía mantenerme relativamente indiferente a élla. Pero es otra indiferencia la me está marchitando a marchas forzadas. Si le doy igual, puede que lo mejor sea dejarlo correr, aunque en un principio me duela y mucho, pero total, ¿puedo estar peor que en estos momentos?

Además, he de añadir la tensión de "informar" de cierta decisión. Está bien, no tengo independencia económica, lo más parecido a ello que he obtenido ha sido una beca que conseguí gracias a mis esfuerzos (vagamente apreciados, cómo no) y sólo me vale para subsistir dignamente en Barcelona. Pero no para pagarme Historia. Sin embargo, es mi vida y tengo algunos ahorros. Tengo casi 20 años (vaya, me acabo de dar cuenta que hoy falta medio año exacto para que llegue a la segunda década de vida) y creo que es una edad en la que ya puedo ser consciente de cuáles son mis limitaciones y capacidades y, por tanto, no tendría que ir dando cuenta de todas mis decisiones.

No soy una persona brillante, pero modestamente acepto que me he mantenido levemente por encima de la media durante toda mi vida estudiantil. Mucha gente cursa dos carreras a la vez y sus capacidades son inferiores a las mías. He pasado con éxito objetivo -aunque yo me sienta decepcionada conmigo misma- mi primer año de independencia, universidad y EOI, me ha sobrado el tiempo e incluso me he aburrido. ¿Por qué no tendría que poder iniciar a distancia unas pocas asignaturas de una de mis pasiones? No quiero perder el tiempo empezando una vez terminada Traducción otra carrera de 4 años, quiero valerme pronto por mí misma, y si no empiezo ya, será imposible cumplir mis sueños. Creo que es una decisión bastante sensata, bastante madura y bastante pensada. Será duro, pero necesito sentirme bien conmigo misma de una vez.

¿Pero a quién le importan mis sentimientos? Esta última semana me está demostrando que poca gente está realmente interesada en cómo me siento. Me preocupo de mucha más gente de la que se preocupa de mí. Debería empezar a ser más egoísta y a temer menos la reacción de los demás, así puede que las cosas me fueran mejor. Sólo espero que los culpables de que yo me sienta así algún día lean esto y reflexionen sobre cómo me fueron rompiendo el corazón en pedazos.

__
...In this time of despair, when all that you love is dead, is my desireless game to be alive.

Y yo que quería hacer una crónica de mi maravillosa semana en Palma. Pero obviamente no voy a poder. No. Porque como siempre que vuelvo a Castellón todo se tuerce, todo se complica. Cuando vuelvo parece que no le importe a nadie, pero bueno, más o menos igual que cuando me voy.

¿Realmente tengo amigos? ¿Realmente se puede pasar de un "te quiero" a un "no sé si tengo fuerzas para seguir luchando por esta relación" en poco más de una hora? ¿Realmente se puede pasar de la felicidad casi absoluta a estar hundida en la mierda en lo que dura un trayecto nacional en avión?

Al menos esta vez no han sido mis padres los que me han sumido en el pesimismo total y absoluto, y ya es algo. Pero visto objetivamente, casi que prefiero la rutina del mal humor que no la nueva variante del mismo. Quedarme en casa con mis pensamientos de mierda, no dar ninguno de los dos nuestro brazo a torcer, no tener qué hacer ni a dónde ir, no tener compañía, no tener ganas, no tener nada. Todo se ha perdido en un viaje de media hora.

Lo intentas hacer todo por todos y ¿cómo te lo pagan? Te quedas sola, herida, sin fuerzas ni siquiera para que la lágrima que amenaza con regalimar por un extremo de tu ojo cumpla con su intención. ¿Pero a quién le importa? A nadie. Soy nadie. Nemo.

___
Me prometí que este blog iba a basarse en algo diferente al pesimismo que abundó en el anterior a pesar de saber que este verano iba a ser muy duro. Llevo una semana justa en Castellón y nunca me habría imaginado que iba a ser tan duro.

Me gustaría sentarme delante del ordenador con una sonrisa, aunque fuera falsa, sacar fuerzas de flaqueza e intentar relatar maravillas -aunque más que la realidad fuera la voluntad- de mis días en estas tierras, ¿pero sabéis qué? Mis sonrisas falsas están ya desgastadas, son aquellas que día a día he de mostrar en mi casa para intentar aliviar la tensión que se respira entre estas cuatro paredes, para que mi madre no se desquicie ni me desquicie más a mí, para no aumentar el mal humor. Normal que pasen los días y del mismo modo pasen las que poco tiempo atrás eran mis débiles ganas de mostrarme activa lejos de la que es mi verdadera casa.

De este modo, ¿cómo dejo atrás la negatividad si todo lo que me rodea es negativo? No tengo ningún aliciente para sonreír, cada noticia que recibo añade un poco más de sal a mis heridas abiertas... y eso si hay suerte y recibo noticias sin pedirlas. Ni una felicitación por haber "salvado" el curso y así animarme un poco para encarar el año siguiente en una carrera que está muy lejos de convencerme. Tampoco recibiré el visto bueno final que me permitirá matricularme a Historia el año que viene y así demostrarme que una pizca de esa inteligencia que antaño decían que tenía no ha volado de mi ser. Ésa, la que es mi última esperanza para pasar sin pena ni gloria el verano (porque en estos momentos me encuentro sepultada entre kilos y kilos de pena) se desvanece a cada minuto que pasa. Ésa y otras. Otra, más bien dicho.

¿De qué sirve llamar a las tantas de la noche a una persona cuando estás al borde del llanto para demostrarle lo necesaria que es para ti? Yo no tengo la culpa de que no podamos hablar más. Yo tengo Internet de libre disposición (nadie me regula las horas que me conecto o me dejo de conectar... y además casi no salgo de casa), tengo teléfono fijo. Y aún así he de llamar yo. Y aún así he de perseguir a la gente preguntando cuándo tendrán un huequito para conectarse. No veo un feedback en frío, sólo cuando estamos hablando y me dice que me echa de menos. ¿Y el resto del tiempo? Ni una llamada tras esa noche de desesperación, ni un intento de conectarse para hablar conmigo. Sólo otro "supongo que alrededor de esta hora...". Claro, como la noche anterior, apareciendo 2 horas más tarde de lo acordado y sin avisar.

¿Cómo he de apartar el velo de pesimismo que me persigue verano sí verano también si siempre tiene que haber un motivo (o más, como este año) que me amargue? La gente me dice que me anime, que 2 meses pasan rápido... pero, ¿y qué? Mi propia vida me demuestra que en un día todo puede cambiarnos, por lo tanto, 2 meses pueden hacer lo propio.

Veo distancia por todas partes. Me siento bastante sola. Sólo tengo ganas de acostarme, ponerme a dormir y que el mundo siga girando, que lo haga como hasta ahora, porque realmente no soy importante para nadie. Ni padres, ni pareja... puede que un poco para los amigos, pero sólo para los que permanecen aquí y no se han ido para no volver.

Me siento bastante perdida. Sé qué es lo que siento, pero no sé qué sienten los demás por mi. Una cosa es lo que dicen, otra lo que verdaderamente piensan. Me he llevado tantos palos a causa de las relaciones interpersonales que desconfío siempre de todo y todos. Siempre ha habido alguien que me ha engañado y temo que esta vez esté pasando lo mismo.

_
Todos tenemos necesidades y necesitados. Me atrevo a afirmar que la primera aserción sonará inequívoca a los oídos de cualquier persona que la escuche. Sin embargo, la segunda afirmación costará mucho más de ser reconocida, aceptada por la mayoría de gente.

¿Quién no ha cogido un objeto de alguien querido y lo ha cogido, incluso abrazado, en momentos de debilidad? ¿Quién no ha deseado nunca que con ese simple acto pudiéramos escurrir hasta el último átomo de esa persona, de su olor, de su físico... incluso su personalidad? ¿Quién no ha echado nunca de menos a nadie? ¿Quién no ha deseado que la teletransportación existiese sólo para poder abrazarle y, si fuera necesario, volver rápidamente al lugar que en esos momentos, por suerte o por desgracia, nos pertenece? A poca gente le cuesta admitir que depende de terceras personas, de personas sin las cuales su vida no sería la misma. No obstante, el hecho cambia cuando se nos pregunta si alguien depende de nuestra existencia al igual que nosotros dependemos de la existencia de alguien.

Nos menospreciamos. Siempre creemos que seremos reemplazados por cualquier otra persona, porque lo que tenemos nosotros, lo que podemos aportar, es nada comparado con lo que tiene, con lo que puede aportar cualquier otra persona. Hay miles de millones de gente en el mundo, y por tanto miles de millones de personas que triplican la mínima superlatividad de nuestros actos. No somos nada especiales, somos una casualidad en la vida de los demás. ¿Verdad que no soy la única persona que piensa eso de uno mismo?

Anoche, conversando, me di cuenta que esa autopercepción la tiene mucha gente, y sin embargo, cuando pensamos en por qué estamos con nuestros amigos -esos mismos que se infravaloran cuando piensan en ellos mismos- encontramos que son personas estupendas sin las cuales ahora mismo no seríamos los que somos. Así pues, si hacemos un ejercicio de reflexión, ¿por qué no podemos pensar que realmente sí que tenemos algo, aportamos algo a nuestro círculo particular de amigos? Si nosotros podemos verlo en otros que no lo ven en ellos mismos, ¿por qué no otros no podrían verlo en nosotros, que tampoco lo vemos en nosotros mismos?

Es todo muy complejo. Es muy difícil de explicar... y parece que he vuelto a estrenar el engranaje que mueve mi parte filosófico-racional. Pero no puedo hacer sino esto para aliviar la distancia, el sentimiento que me llena de tristeza al abrir el libro que me regaló, leer su dedicatoria (totalmente pensada para momentos como éste) y ver su foto. Escribir, leer -en poco más de 3 horas me he terminado el libro que ella me regaló...-, mantenerme ocupada como sea esperando que llegue el día del reencuentro.

Sé que estas "reflexiones" no tienen ninguna relevancia. Únicamente las plasmo para sobrellevar las horas bajas, para sentir que todavía queda esperanza y a la vez intentar transmitirla a los demás. Sé que puede que tenga razón, no lo sé, pero al mismo tiempo sé que por enorme que sea mi atino, nunca podré terminar de creerme mis propias palabras.

___
Sé que parecía que lo volvía a abandonar, esta vez sin apenas haber empezado. Pero no es así. Han pasado muchas cosas desde la última vez que me senté a preparar una pequeña bienvenida al lector que nunca apareció. Muchas. Y la función ha decaído por el lado que me queda más cercano.

El día 30 a las 12 horas salí de allí. De esos 40 metros cuadrados que fueron mi hogar durante los últimos 9 meses. Esos 40 metros cuadrados que vieron cómo se forjaron historias de amor y amistades, cómo he sentido cosas que jamás había sentido y llevado a cabo locuras que aunque podría haber imaginado, nunca había realizado. Él me ayudó a limpiar, a empaquetar mis cosas y a transportarlas... a hacerme sonreir los últimos momentos en el que puedo llamar mi hogar. Y luego marchamos hacia su casa.

Qué buenos días. Adoptaron un perrito, me llevaron a patinar por sorpresa, hicimos sushi, dormimos juntos, paseamos por Barcelona (y nos encontramos a una buena amiga, así, de manera inesperada, así como se construyen las pequeñas buenas situaciones en la vida), fuimos al concierto de Versailles y juntos cogimos una baqueta... y se hizo el día 3.

A Sants. Un libro, un peluche. Los tres llorando. Nunca imaginé que ella lo haría... realmente me sentí querida. No es que me guste ver que la gente llora, y menos por mi culpa, pero me sentí valorada. Nunca me había sentido así con una persona como ella... los que me conocen ya saben cómo fue mi "relación" con una señora como lo es ella (la cursiva no va por ella, sino por "la del pasado", la nazi que me persiguió una noche en sueños por los canales de Venecia... ains) y por tanto me entenderán. Las 6. Al tren. Más lloros y la gente mirándome raro. Llamada de mi madre. Más lloros... todo es una mierda. Y peor será al llegar a Castellón.

La vuelta de una hija a casa que causó una sensación similar a la alegría que puede brindar que la cerveza de tu vaso no tenga excedente de espuma. Vamos, una alegría tan leve que no la pude ni apreciar. Sólo me faltaba eso. Yo llorando, yo quiero volver.

Y los días pasan en estado vegetativo. No he escrito antes porque no tenía fuerzas para hacerlo. Sólo quiero verle, acariciar su piel, besar sus labios, decirle que le quiero y que no puedo vivir sin él. Sólo quiero saber que él sigue sintiendo aquello tan fuerte por mí, que sus sentimientos no han variado ni pizca, que siempre estará a mi lado, que nunca me abandonará. Porque sin él no soy nada, y estos días, con su ausencia, lo estoy confirmando. Quiero pasar mi vida a su lado.

Joder, sí. Estoy enamorada y en estos momentos es una mierda.
.
.
En una noche de San Juan -qué mejor día para renacer de mis propias cenizas-, he decidido volver a emprender aquella actividad que me ayudaba a exteriorizar mis miedos, frustraciones, decepciones, deseos y esperanzas. No porque las cosas vuelvan a irme mal, ni mucho menos, ni porque los sentimientos negativos vuelvan a aflorar de una manera desmesurada. Vuelvo a crear blog porque sé que este verano voy a necesitar algún medio con el que poder desahogar mi rabia causada por la distancia, con el que poder explayarme expresando mi odio al ocio, a las horas muertas... al distanciamiento. Ése que me produce tantísimo miedo.

Pero no quiero crear ya de mi primera entrada un paño de pesimismo. Lo que tenga que ser, será. Y ahora sólo puedo que disfrutar de la semana y media que me queda por tierras catalanas. Tierras que puede que sean las principales culpables de mi decisión de cambiar de blog. ¿Por qué lo he hecho? Podría haber seguido -tras una enorme pausa de meses- escribiendo en fuckingpretender, ¿no? No. Demasiadas cosas han cambiado en mi vida y ya no siento como propia la base de desesperación desmesurada por aquellos hechos que actualmente me parecen estúpidos, sin importancia. Renovarse o morir. Y aquel blog murió. Queda en la memoria, formó parte de mi día a día durante más de un año... pero aquello es pasado, y como alguien muy importante para mí me dijo anoche: "tienes que preocuparte por el presente, el futuro ya llegará".

Eso espero. Que llegue... pero que lo deje todo como está.
.