_
Todos tenemos necesidades y necesitados. Me atrevo a afirmar que la primera aserción sonará inequívoca a los oídos de cualquier persona que la escuche. Sin embargo, la segunda afirmación costará mucho más de ser reconocida, aceptada por la mayoría de gente.

¿Quién no ha cogido un objeto de alguien querido y lo ha cogido, incluso abrazado, en momentos de debilidad? ¿Quién no ha deseado nunca que con ese simple acto pudiéramos escurrir hasta el último átomo de esa persona, de su olor, de su físico... incluso su personalidad? ¿Quién no ha echado nunca de menos a nadie? ¿Quién no ha deseado que la teletransportación existiese sólo para poder abrazarle y, si fuera necesario, volver rápidamente al lugar que en esos momentos, por suerte o por desgracia, nos pertenece? A poca gente le cuesta admitir que depende de terceras personas, de personas sin las cuales su vida no sería la misma. No obstante, el hecho cambia cuando se nos pregunta si alguien depende de nuestra existencia al igual que nosotros dependemos de la existencia de alguien.

Nos menospreciamos. Siempre creemos que seremos reemplazados por cualquier otra persona, porque lo que tenemos nosotros, lo que podemos aportar, es nada comparado con lo que tiene, con lo que puede aportar cualquier otra persona. Hay miles de millones de gente en el mundo, y por tanto miles de millones de personas que triplican la mínima superlatividad de nuestros actos. No somos nada especiales, somos una casualidad en la vida de los demás. ¿Verdad que no soy la única persona que piensa eso de uno mismo?

Anoche, conversando, me di cuenta que esa autopercepción la tiene mucha gente, y sin embargo, cuando pensamos en por qué estamos con nuestros amigos -esos mismos que se infravaloran cuando piensan en ellos mismos- encontramos que son personas estupendas sin las cuales ahora mismo no seríamos los que somos. Así pues, si hacemos un ejercicio de reflexión, ¿por qué no podemos pensar que realmente sí que tenemos algo, aportamos algo a nuestro círculo particular de amigos? Si nosotros podemos verlo en otros que no lo ven en ellos mismos, ¿por qué no otros no podrían verlo en nosotros, que tampoco lo vemos en nosotros mismos?

Es todo muy complejo. Es muy difícil de explicar... y parece que he vuelto a estrenar el engranaje que mueve mi parte filosófico-racional. Pero no puedo hacer sino esto para aliviar la distancia, el sentimiento que me llena de tristeza al abrir el libro que me regaló, leer su dedicatoria (totalmente pensada para momentos como éste) y ver su foto. Escribir, leer -en poco más de 3 horas me he terminado el libro que ella me regaló...-, mantenerme ocupada como sea esperando que llegue el día del reencuentro.

Sé que estas "reflexiones" no tienen ninguna relevancia. Únicamente las plasmo para sobrellevar las horas bajas, para sentir que todavía queda esperanza y a la vez intentar transmitirla a los demás. Sé que puede que tenga razón, no lo sé, pero al mismo tiempo sé que por enorme que sea mi atino, nunca podré terminar de creerme mis propias palabras.

Comments (0)