___
Me prometí que este blog iba a basarse en algo diferente al pesimismo que abundó en el anterior a pesar de saber que este verano iba a ser muy duro. Llevo una semana justa en Castellón y nunca me habría imaginado que iba a ser tan duro.

Me gustaría sentarme delante del ordenador con una sonrisa, aunque fuera falsa, sacar fuerzas de flaqueza e intentar relatar maravillas -aunque más que la realidad fuera la voluntad- de mis días en estas tierras, ¿pero sabéis qué? Mis sonrisas falsas están ya desgastadas, son aquellas que día a día he de mostrar en mi casa para intentar aliviar la tensión que se respira entre estas cuatro paredes, para que mi madre no se desquicie ni me desquicie más a mí, para no aumentar el mal humor. Normal que pasen los días y del mismo modo pasen las que poco tiempo atrás eran mis débiles ganas de mostrarme activa lejos de la que es mi verdadera casa.

De este modo, ¿cómo dejo atrás la negatividad si todo lo que me rodea es negativo? No tengo ningún aliciente para sonreír, cada noticia que recibo añade un poco más de sal a mis heridas abiertas... y eso si hay suerte y recibo noticias sin pedirlas. Ni una felicitación por haber "salvado" el curso y así animarme un poco para encarar el año siguiente en una carrera que está muy lejos de convencerme. Tampoco recibiré el visto bueno final que me permitirá matricularme a Historia el año que viene y así demostrarme que una pizca de esa inteligencia que antaño decían que tenía no ha volado de mi ser. Ésa, la que es mi última esperanza para pasar sin pena ni gloria el verano (porque en estos momentos me encuentro sepultada entre kilos y kilos de pena) se desvanece a cada minuto que pasa. Ésa y otras. Otra, más bien dicho.

¿De qué sirve llamar a las tantas de la noche a una persona cuando estás al borde del llanto para demostrarle lo necesaria que es para ti? Yo no tengo la culpa de que no podamos hablar más. Yo tengo Internet de libre disposición (nadie me regula las horas que me conecto o me dejo de conectar... y además casi no salgo de casa), tengo teléfono fijo. Y aún así he de llamar yo. Y aún así he de perseguir a la gente preguntando cuándo tendrán un huequito para conectarse. No veo un feedback en frío, sólo cuando estamos hablando y me dice que me echa de menos. ¿Y el resto del tiempo? Ni una llamada tras esa noche de desesperación, ni un intento de conectarse para hablar conmigo. Sólo otro "supongo que alrededor de esta hora...". Claro, como la noche anterior, apareciendo 2 horas más tarde de lo acordado y sin avisar.

¿Cómo he de apartar el velo de pesimismo que me persigue verano sí verano también si siempre tiene que haber un motivo (o más, como este año) que me amargue? La gente me dice que me anime, que 2 meses pasan rápido... pero, ¿y qué? Mi propia vida me demuestra que en un día todo puede cambiarnos, por lo tanto, 2 meses pueden hacer lo propio.

Veo distancia por todas partes. Me siento bastante sola. Sólo tengo ganas de acostarme, ponerme a dormir y que el mundo siga girando, que lo haga como hasta ahora, porque realmente no soy importante para nadie. Ni padres, ni pareja... puede que un poco para los amigos, pero sólo para los que permanecen aquí y no se han ido para no volver.

Me siento bastante perdida. Sé qué es lo que siento, pero no sé qué sienten los demás por mi. Una cosa es lo que dicen, otra lo que verdaderamente piensan. Me he llevado tantos palos a causa de las relaciones interpersonales que desconfío siempre de todo y todos. Siempre ha habido alguien que me ha engañado y temo que esta vez esté pasando lo mismo.

_
Todos tenemos necesidades y necesitados. Me atrevo a afirmar que la primera aserción sonará inequívoca a los oídos de cualquier persona que la escuche. Sin embargo, la segunda afirmación costará mucho más de ser reconocida, aceptada por la mayoría de gente.

¿Quién no ha cogido un objeto de alguien querido y lo ha cogido, incluso abrazado, en momentos de debilidad? ¿Quién no ha deseado nunca que con ese simple acto pudiéramos escurrir hasta el último átomo de esa persona, de su olor, de su físico... incluso su personalidad? ¿Quién no ha echado nunca de menos a nadie? ¿Quién no ha deseado que la teletransportación existiese sólo para poder abrazarle y, si fuera necesario, volver rápidamente al lugar que en esos momentos, por suerte o por desgracia, nos pertenece? A poca gente le cuesta admitir que depende de terceras personas, de personas sin las cuales su vida no sería la misma. No obstante, el hecho cambia cuando se nos pregunta si alguien depende de nuestra existencia al igual que nosotros dependemos de la existencia de alguien.

Nos menospreciamos. Siempre creemos que seremos reemplazados por cualquier otra persona, porque lo que tenemos nosotros, lo que podemos aportar, es nada comparado con lo que tiene, con lo que puede aportar cualquier otra persona. Hay miles de millones de gente en el mundo, y por tanto miles de millones de personas que triplican la mínima superlatividad de nuestros actos. No somos nada especiales, somos una casualidad en la vida de los demás. ¿Verdad que no soy la única persona que piensa eso de uno mismo?

Anoche, conversando, me di cuenta que esa autopercepción la tiene mucha gente, y sin embargo, cuando pensamos en por qué estamos con nuestros amigos -esos mismos que se infravaloran cuando piensan en ellos mismos- encontramos que son personas estupendas sin las cuales ahora mismo no seríamos los que somos. Así pues, si hacemos un ejercicio de reflexión, ¿por qué no podemos pensar que realmente sí que tenemos algo, aportamos algo a nuestro círculo particular de amigos? Si nosotros podemos verlo en otros que no lo ven en ellos mismos, ¿por qué no otros no podrían verlo en nosotros, que tampoco lo vemos en nosotros mismos?

Es todo muy complejo. Es muy difícil de explicar... y parece que he vuelto a estrenar el engranaje que mueve mi parte filosófico-racional. Pero no puedo hacer sino esto para aliviar la distancia, el sentimiento que me llena de tristeza al abrir el libro que me regaló, leer su dedicatoria (totalmente pensada para momentos como éste) y ver su foto. Escribir, leer -en poco más de 3 horas me he terminado el libro que ella me regaló...-, mantenerme ocupada como sea esperando que llegue el día del reencuentro.

Sé que estas "reflexiones" no tienen ninguna relevancia. Únicamente las plasmo para sobrellevar las horas bajas, para sentir que todavía queda esperanza y a la vez intentar transmitirla a los demás. Sé que puede que tenga razón, no lo sé, pero al mismo tiempo sé que por enorme que sea mi atino, nunca podré terminar de creerme mis propias palabras.

___
Sé que parecía que lo volvía a abandonar, esta vez sin apenas haber empezado. Pero no es así. Han pasado muchas cosas desde la última vez que me senté a preparar una pequeña bienvenida al lector que nunca apareció. Muchas. Y la función ha decaído por el lado que me queda más cercano.

El día 30 a las 12 horas salí de allí. De esos 40 metros cuadrados que fueron mi hogar durante los últimos 9 meses. Esos 40 metros cuadrados que vieron cómo se forjaron historias de amor y amistades, cómo he sentido cosas que jamás había sentido y llevado a cabo locuras que aunque podría haber imaginado, nunca había realizado. Él me ayudó a limpiar, a empaquetar mis cosas y a transportarlas... a hacerme sonreir los últimos momentos en el que puedo llamar mi hogar. Y luego marchamos hacia su casa.

Qué buenos días. Adoptaron un perrito, me llevaron a patinar por sorpresa, hicimos sushi, dormimos juntos, paseamos por Barcelona (y nos encontramos a una buena amiga, así, de manera inesperada, así como se construyen las pequeñas buenas situaciones en la vida), fuimos al concierto de Versailles y juntos cogimos una baqueta... y se hizo el día 3.

A Sants. Un libro, un peluche. Los tres llorando. Nunca imaginé que ella lo haría... realmente me sentí querida. No es que me guste ver que la gente llora, y menos por mi culpa, pero me sentí valorada. Nunca me había sentido así con una persona como ella... los que me conocen ya saben cómo fue mi "relación" con una señora como lo es ella (la cursiva no va por ella, sino por "la del pasado", la nazi que me persiguió una noche en sueños por los canales de Venecia... ains) y por tanto me entenderán. Las 6. Al tren. Más lloros y la gente mirándome raro. Llamada de mi madre. Más lloros... todo es una mierda. Y peor será al llegar a Castellón.

La vuelta de una hija a casa que causó una sensación similar a la alegría que puede brindar que la cerveza de tu vaso no tenga excedente de espuma. Vamos, una alegría tan leve que no la pude ni apreciar. Sólo me faltaba eso. Yo llorando, yo quiero volver.

Y los días pasan en estado vegetativo. No he escrito antes porque no tenía fuerzas para hacerlo. Sólo quiero verle, acariciar su piel, besar sus labios, decirle que le quiero y que no puedo vivir sin él. Sólo quiero saber que él sigue sintiendo aquello tan fuerte por mí, que sus sentimientos no han variado ni pizca, que siempre estará a mi lado, que nunca me abandonará. Porque sin él no soy nada, y estos días, con su ausencia, lo estoy confirmando. Quiero pasar mi vida a su lado.

Joder, sí. Estoy enamorada y en estos momentos es una mierda.
.